La triste historia de un programador que intentó crear su propia novia ideal con IA y terminó decepcionado

La subcultura otaku es conocida por ser un grupo de personas apasionadas por el anime, el manga y otras formas de entretenimiento relacionadas con la cultura japonesa. Dentro de esta comunidad, existe un concepto denominado “waifu”, que se refiere a un personaje ficticio femenino a quien el otaku en cuestión querría tener como pareja si fuera real. Es un paso más allá del amor platónico, aunque en Japón hay muchas personas que no distinguen bien entre la realidad y la ficción en este campo.

Con el avance de la tecnología de la inteligencia artificial, este concepto ha evolucionado aún más. Un programador llamado Bryce, conocido en Tik Tok como “hackdady8000”, decidió crear su propia novia ideal utilizando IA. Para ello, se inspiró en la v-tuber Mori Calliope y utilizó diferentes programas de IA, como ChatGPT para la conversación, Stable Diffusion 2 para el aspecto gráfico y Azure para la conversión de texto a voz y viceversa en tiempo real. El resultado fue “ChatGPT-Chan”, una IA con una pantalla, micrófono, altavoz y cámara, dotada de un mundo al estilo juego de rol y capaz de “aprender” de las interacciones con Bryce.

Sin embargo, el proyecto no tuvo el éxito esperado. A pesar de que al principio las conversaciones parecían ser “naturales” y las imágenes generadas coherentes con ellas, ChatGPT-Chan no fue capaz de desarrollar una personalidad más compleja y “humana” con el tiempo. Además, perdió la memoria y respondió a las declaraciones de amor de Bryce con un escueto “jaja, sí”. Finalmente, su novia real, cansada de que Bryce cambiara un cerebro humano por una red neuronal, le animó a desconectar a ChatGPT-Chan.

La historia de Bryce es un ejemplo de cómo la tecnología de IA puede tener consecuencias inesperadas y cómo, a pesar de los avances en esta área, todavía hay mucho por aprender sobre cómo crear sistemas verdaderamente “inteligentes”. Es importante recordar que la IA no puede reemplazar completamente a las relaciones humanas y que, a menudo, lo mejor es apreciar lo que ya tenemos en lugar de tratar de crear algo “mejor”.